De camino a la ciudad dorada

-Bien

Me levanto y recojo el báculo y mi capa. Me arropo acurrucándome y me siento junto a Gmork.

-Yo vigilaré, vete a descansar.

El enano lo agradece y se vuelve a la cueva. Miro de reojo a Istar, que seguía allí.

-Puedo hacerlo sola.

- Veras...en realidad Gmork acaba de empezar su turno. Pero necesitaba hablar contigo. Pero queria estar a solas contigo para poder hacerlo tranquilamente.

Me acerco y la cojo de las manos. Mirándola a los ojos, la digo:

- Lo siento, amor mio. Siento haberte soltado eso asi, tan repentinamente. No debi hacerlo porque te he confundido, y eso no era lo que yo quería. Lo siento.

-Istar yo no quiero ser nada, ¿entiendes? Sólo soy una sacerdotisa. Y es lo único que sé hacer.-le sonrío estrechándole las manos.

Me gustaría mucho abrazarle, pero podrían vernos, asi que me contento con mirar a las llamas del fuego.

-Yo también siento haber reaccionado así, me asustaste.

- Y respeto tu decisión. Solo quiero que sepas que no dejaras de ser una sacerdotisa por usar tus dones. Te lo garantizo. siento haberte hecho entender que queria que cambiaras, porque no era asi.

Le miro a los ojos y sonrio. Acaricio su mejilla suavemente.

- Kea ¿hasta donde crees que nos llevará esto?

Cierro los ojos al sentir su contacto y luego beso su mano para después mirarle.

-Eso tampoco lo sé, es algo bonito pero prohibido.-sonrío cansada-Supongo que si logramos salir con vida de esto podría dejar.. bueno no se, intentar salir de esto, aunque eso significara dejar el báculo y desobedecer a los dioses.-me encojo de hombros-Pero tu no podrías dejar tu cargo. Sacerdotisas hay muchas, pero no se puede decir lo mismo de magos tan grandes como tú.

- No, no podría permitir eso. Ser sacerdotisa es tu vida, por eso eres la líder alli, en la Torre. No me perdonaría que abandonaras por mi culpa. Ya pensaremos algo, no te preocupes por eso.

Nos abrazamos con fuerza a la vez que miramos a las estrellas.

- Tengo que preguntarte algo. ¿Que pasaría si alguno de nuestros amigos nos viera juntos?

Le miro sorprendida por su pregunta.

-Pues que no lo entenderían, que se sorprenderían. Quizá no me dejaran seguir con vosotros para evitar distraerte. Quizá nos denuncien ante el resto de nuestras ordenes. O que se alegrarían por nosotros y no les importaría. Supongo que nunca lo sabremos porque no podemos dejar que se enteren. No podemos correr ese riesgo. Prométemelo.

Me quedo pensativo y mi expresión cambia, volviendose triste.

- Esta bien. Tienes mi palabra de que no lo haré.

Miro hacia el horizonte. En pocas horas saldrá el sol.

- Deberiamos ponernos en marcha. Si nos damos prisa podemos llegar esta misma mañana a Edoras.

Su cara no se me había pasado desapercibida. Miro a la cueva, donde todos dormían. Le cojo de la mano y le llevo tras un árbol cuyo tronco podría taparnos por si abrían un ojo. Al llegar le apoyo contra el tronco y le abrazo y beso.

-Que no lo sepan no significa que no te quiera-le susurro.

Luego me separo por si se quiere volver.

- Lo se, solo que me cuesta estar asi. Pero tienes razón, no podemos mostrarnos. Pero tranquila, cuidaré de ti igualmente - beso su frente.

-Ve a buscar las águilas. Iré a despertarles.

Sonrío y me vuelvo a la cueva. Al entrar despierto a la elfa, el humano y el enano.

-Istar dice que deberíamos irnos.

La sacerdotisa nos despierta dulcemente a todos. Miro a la entrada de la cueva y veo que aun no ha salido el sol, solo he dormido un par de horas y encima tengo que volver a montarme en esos malditos seres alados.

- Pero yo voto por ir a pie, ya no estamos tan lejos de Rohan para ir a pie. Yo me niego a subir a esas bestias inmundas otra vez.- digo saliendo de la cueva gritando.

Salimos de la cueva escuchando los gritos de protesta de Gmork y me quedo mirando a Istar.

- ¿le subo al aguila? aunque sea testarudo es pequeño y manejable- digo acercandome al enano y levantandola mientras mete patdas y manotazos, intentando soltarse.

- Vamos Durbat, deja de meterte con Gmork. Iré a despertar a Eleneär mientras vosotros... - no tengo tiempo de acabar la frase porque, de repente, siento algo que se acerca a nosotros.

Saco mi espada de marfil de su vaina.

- Atención, coged vuestras armas. No estamos solos.

Me dirijo a las águilas y, tras susurrarles unas palabras, toman el vuelo sin nosotros.

- Mantenedles ocupados mientras protejo a la princesa.

OFF: ORCOS


Encontramos a los que nuestro señor nos habia ordenado atacar y apresar. Ferzomente nos acercamos a ellos para atarles.

- ¡Por fin! ¡Carne fresca! - grita uno de los orcos.

- ¡Matadles a todos! - grita otro.

Off: no es necesario volver a contestar con los orcos. Que cada personaje conteste en su post lo que quiera sobre los orcos.

-Yo la despertaré.

Corro hacia la cueva despertando con un brusco movimiento a Eleneär.

-Princesa, princesa despierta. Tenemos problemas.

Abro los ojos sobresaltada y miro a la sacerdotisa que intenta despertarme. Aún medio dormida, me levanto al tiempo que desenvaino la espada.

-¿Cómo nos han encontrado?

Un par de orcos se acercan a nosotras. Me coloco delante de Kea para protegerla al tiempo que le hago un tajo al primero en el estómago, que cae al suelo. El segundo recibe una patada en la entrepierna y después le clavo la espada en el corazón.

-Hay muchisimos. No nos vendría mal algo de magia Istar

Uno se había acercado por detrás y había atacado a Kea, pero había logrado esquivarlo agachándose. En su lugar se encuentra una de mis dagas clavadas en el cuello.

-Y ahora

Un orco se aproxima hacia Eleneär y Kea por su espalda, sin que puedan verle. Con una velocidad asombrosa, me coloco detrás de ellas y uso mi espada contra su frio y apestante cuerpo, que cae inerte al suelo.

- En seguida, princesa.

Me concetro y recito las palabras:

- Sun vap.

Off: Flecha eléctrica.

De la nada se materializan algunas flechas eléctricas que, a mi orden, se disparan sobre el primer grupo de orcos, eliminándolos. Pero aparecen dos más, a los laterales.

- Nos han rodeado.

Cuando me doy cuentas los orcos nos han rodeado, impiediendonos la salida. Saco mis dos hachas y me acerco a ellos corriendo, cortando cabezas y acabando con la vida de varios orcos. Pero tengo que retroceder, porque aparecen mas.

- ¿De donde salen tantos de estos?- digo jutandome con el grupo de mis compañeros y arrojando una e mis hachas a un orco grande que se acercaba haica nosotros.

Saco mi espada y la clavo en un orco que cae muerto a mis pies. La dejo alli en el cuerpo inerte del orco y saco mi arco, poniendo dos flechas, que se clavan en el cuello de uno de los orcos. Sigo disparando flechas hacia todos los lados matando orcos.

- Son demasiados, no creo que podamos hacer nada con todos ellos.

Nos vamos acercando a Rohan cuando vemos una gran orda de orcos que se dirigen hacia una montaña cercana, me quedo mirando el punto al que se dirigen y veo salir de alli a unas grandes aguilas que toman el vuelo huyendo del lugar. Poco despues algo sale del cielo como un hechizo poderoso.

- Estan alli, los orcos les estan atacando. Vamos tenemos que ayudarlos.- digo bajandome del caballo de un salto y corriendo hacia la montaña.

Subo a un pequeño saliente y con mi arco me pongo a disparar flechas a todos los orcos que se acercan al grupo de mis amigos. Entonces uno de ellos se acerca a Eleneär dandole una patada haciendola caer al suelo. Salto justo detras de el y le clavo mi cimitarra en la espalda.

- Creo que necesitais ayuda, y ya ha llegado.- digo ayudando a levantar a mi elfa y señalando a mis otros tres compañeros.

La pantera se encuentra enfurecida entre los orcos, matando a muchos de ellos.

Al llegar a la montña dejamos los caballos que vuelven al bosque cercano escondiendose. Le beso a Mathian con dulzura por si es la ultima vez que le veo. Y corro gritando hacia la orda de orcos.

- Morir escoria- digo mientras desde un saliente de la montaña, tiro una gran piedra que aplasta a varios orcos a la vez.

Salto en medio del cirulo que ha quedado a causa de la piedra y comienzo a atacar con mi hacha. Un orco me hace un corte en el brazo, pero yo sigo luchando.

Les veo correr hacia la montaña, como un desperdicio de tiempo y energías. Asique yo no bajo del caballo. Tampoco tenía las fuerzas suficientes para aguantar una pelea épica, pues me dolían aun los moratones de los brazos. Pero debía ir a ayudar a mantener mi farsa. No obstante me giro hacia Mathian.

-Tú aquí quietecito, que no estás en condiciones de pelear y si te matan me cabrearé mucho. Y tu hombretón también.

Indico al caballo que avance, y con una rapidez sorprendente, me obedece llevándome hacia la batalla. Desenvaino mi espada mientras el animal sobrepasa los primeros orcos, pataleándoles, pisándoles y dando coces mientras yo me ocupo de no caerme y matar a tantos como me permita su proximidad. Tras varios minutos de matanza, los orcos me dejan un segundo de paz, suficientes para mirar al reducido grupo que se acobardan todos juntitos.

-¡No os quedéis ahi! ¡Si no vais abriendoos paso os acorralarán y...- tengo que callarme pues el caballo se ha levantado sobre sus patas traseras, pateando la cabeza de un orco y haciéndome agarrar con las dos manos-..y os matarán!

De repente, y como salidos de la nada, Huindur, Artemis y un desconocido atacan a los orcos, aumentando nuestras filas y disminuyendo las suyas. Matando orcos en mi camino consigo poner mi espalda contra la del elfo.

- Me alegro de verte amigo, aunque hubiese preferido que fuese en otro lugar. Dime, ¿como nos habeis encontrado?

Veo que Kea se defiende con el báculo como puede. Lanzo un hechizo defensivo que crea un escudo mágico alrededor de la sacerdotisa.

"Así estaras segura"- pienso.

Un golpe me hace caer al suelo, pero una mano y una voz amable me hacen mirar hacia arriba para verle. Sonrío tomando su mano y levantándome, pero no tengo tiempo para felicidad, o para abrazarle y besarle, pues los orcos cada vez están más cerca.

De pronto de la nada sale una mujer del bosque montada en un meara que empieza a pelear contra ellos, y a gritarnos. Miro a Huindur, que la mira con una sonrisa en los labios.


-¿Quién es esa mujer? Bueno da igual, tiene razón no podemos quedarnos aquí quietos. Istar protege a Kea.

Agarro mi espada y camino hacia los orcos, abriéndome paso mientras uno tras otro van cayendo a mis pies.