Suspiro al notar su roce. Aun así, no me daba demasiada confianza montar en una de esas aves. Istar susurra algo al oido del águila, que hace que se agache hasta llegar a rozar el suelo. Una vez así, me coge de la cintura para ayudarme a subir. Agarro con fuerza a cualquier cosa que pudiera encontrar lo suficientemente segura y cierro los ojos.
-Ya estoy, y que los dioses nos protejan y eviten que nos caigamos.
-Ya estoy, y que los dioses nos protejan y eviten que nos caigamos.